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Octava unidad

La perforación del costado de Jesús

Longinus piercing Christ's side with a spear by Gerard de la Vallee

Sumario

Juan es el único evangelista que menciona la perforación del costado de Jesús y describe cómo sangre y agua salieron de la herida. Este acontecimiento fue tan importante para que Juan interrumpiera su relato para decirnos que realmente lo vio producirse. De hecho, la perforación del costado de Jesús es tan rica que podemos encontrar diversos significados en ella. Por un lado, muestra que Jesús es verdaderamente humano y que realmente murió. Pero Juan también ve en ella el cumplimiento de varias profecías y tipos del Antiguo Testamento. Por ejemplo, el hecho de no rompieron ningún hueso sugiere que Jesús es el verdadero cordero pascual. También es el cumplimiento de la profecía de Zacarías. El corazón de Jesús es la fuente que se ha abierto y que limpiará a Jerusalén de sus pecados. Jesús es también el nuevo Adán. Como Dios creó a Eva del costado de Adán mientras éste dormía, así también la Iglesia es la esposa nacida del costado de Jesús mientras éste dormía el sueño de la muerte. Finalmente, en su muerte, Jesús también se revela como el verdadero templo de Dios.

Objetivos de aprendizaje

 

Habrás completado con éxito esta unidad cuando puedas:

  • Explicar por qué el soldado romano traspasó el costado de Jesús.

  • Explicar cómo la perforación del costado de Jesús muestra que él es el nuevo cordero pascual, el nuevo Adán y el nuevo templo. 

  • Explicar el significado y el cumplimiento de la profecía de los capítulos 12 a 13 de Zacarías.

Introducción

Juan fue el único apóstol que siguió a Jesús hasta la cruz. Por lo tanto, fue un testigo ocular privilegiado y pudo darnos detalles de los que se había percatado. Por ejemplo, de los cuatro evangelistas, es el único que describe la perforación del costado de Jesús.

Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día grande, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. (19, 31 – 34)

 

La costumbre romana consistía en dejar a sus víctimas colgadas sobre su cruz hasta que morían. Esto podía durar varios días. Después de esto, los cadáveres permanecían allí para pudrirse y ser devorados por los buitres. Esto, sin embargo, no le ocurrió a Jesús porque los judíos pidieron a Pilato que no se quedaran los cuerpos en la cruz. Era importante para ellos llevar los cuerpos cuanto antes por a una estipulación que se encuentra en la ley mosaica:

Si uno, reo de la pena de muerte, es ejecutado y lo cuelgas de un árbol, su cadáver no quedará en el árbol de noche, sino que lo enterrarás ese mismo día, pues un colgado es maldición de Dios, y no debes contaminar la tierra que el Señor, tu Dios, te da en heredad. (Dt 21, 22–23)

Por ello, la tierra habría sido profanada si los cuerpos hubieran permanecido allí. Jerusalén, en ese momento, estaba llena de cientos de miles de peregrinos que habían venido a celebrar la Pascua. Probablemente se habrían amotinado si Pilato lo hubiera permitido.

 

Entonces, los soldados rompieron las piernas de los dos ladrones. Esto aceleró su muerte. Con las piernas rotas, murieron rápidamente por asfixia, porque ya no podían apoyarse con sus piernas para respirar. Pero Juan nos dice que, como Jesús ya estaba muerto, los soldados le traspasaron el costado. Lo hicieron para asegurarse de que estaba realmente muerto. Juan nos dice entonces que al instante salió sangre y agua del costado de Jesús. Este detalle es tan importante para él que inmediatamente interrumpe su relato para confirmar que lo que vio realmente había sucedido.

El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que traspasaron». (19, 35–37)

¿Por qué es tan significativo este detalle? Este pasaje es tan rico que podemos encontrar diversos significados en ella.

La verdadera humanidad de Jesús

 

Por un lado, Juan quería mostrar que Jesús es verdaderamente humano. Este era un punto importante para él. Ya en el prólogo había dicho que "el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (1, 14). Defender la realidad de la encarnación fue muy importante para Juan, porque ya en su época algunos negaban esta verdad fundamental de la fe cristiana. Pretendían, en cambio, que Jesús solo había tomado la apariencia de un hombre. Es decir, que su cuerpo era sólo una aparición o un fantasma.

 

Esta enseñanza herética se llama docetismo, de la palabra griega dókēsis que significa "aparición" o "fantasma". Según esta enseñanza, Jesús no pudo haber muerto porque no tenía cuerpo. El problema es que si no murió por nosotros, entonces tampoco nos salvó de nuestros pecados.

 

En respuesta a esta herejía, Juan nos dice que del costado de Jesús brotó sangre y agua. Al darnos este detalle, nos está diciendo que Jesús realmente murió y, por lo tanto, tuvo un cuerpo real.

Jesús, el verdadero cordero pascual

Juan también quiere mostrarnos que la muerte de Jesús cumplió varias profecías y tipos del Antiguo Testamento. Una de ellas es la del cordero pascual. Leemos sobre esto en el capítulo 12 del Éxodo. La noche en que los israelitas escaparon de la esclavitud en Egipto, Dios ordenó al pueblo sacrificar y comer un cordero.

Se ha de comer en una sola casa: no sacarás fuera nada de la casa y no le romperás ningún hueso. (Ex 12, 46; see also Nm 9, 12)

Este acontecimiento fue tan importante que Moisés ordenó al pueblo que se celebrara su conmemoración cada año.

Este será un día memorable para vosotros; en él celebraréis fiesta en honor del Señor. De generación en generación, como ley perpetua lo festejaréis. (Ex 12, 14)

Por eso los judíos habían venido a Jerusalén. Estaban allí para celebrar el memorial de la pascua. Al decirnos que no se le rompieron los huesos a Jesús, Juan está dando a entender que él es el verdadero cordero pascual. Ya leímos en el primer capítulo cómo Juan el Bautista señaló a Jesús como el Cordero de Dios: "Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (1, 29). Jesús es el Cordero de Dios que fue sacrificado para salvarnos de nuestra esclavitud al pecado.

La profecía de Zacarías

 

En el versículo 19, 37, Juan nos dice que está citando las Escrituras.

Y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que traspasaron».

El pasaje al que se refiere se encuentra en los escritos del profeta Zacarías.

Derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de perdón y de oración, y volverán sus ojos hacia mí, al que traspasaron. Le harán duelo como de hijo único, lo llorarán como se llora al primogénito. (Zac 12, 10)

 

En los capítulos 12 a 13 de Zacarías, el profeta anuncia la restauración definitiva de Jerusalén. Habla de un día en el que Dios defenderá a Jerusalén de todas las naciones que habían venido en contra de la ciudad. Dios dará a los habitantes un nuevo espíritu y establecerá con ellos una alianza nueva y definitiva. Leemos en 13, 1:

Aquel día brotará una fuente para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, remedio de errores e impurezas. 

La fuente que se abre es el corazón de Jesús y él ofrece el agua viva que había prometido a la samaritana (capítulo 4) y a los habitantes de Jerusalén (capítulo 7). Comentando este hecho, Raymond Brown escribe:

La segunda cita, referida en el Antiguo Testamento al rechazo de Dios por parte de Israel, promete en su contexto original el derramamiento del espíritu de Dios y la apertura de una fuente de purificación para Jerusalén. Así, también este pasaje se hace eco de la descripción que Juan el Bautista hace de la misión de Jesús. [1]

Una interpretación simbólica de la sangre y del agua

 

También es posible interpretar el derrame de sangre y agua de forma más simbólica: el agua representa al bautismo y la sangre a la Eucaristía. Esta forma de interpretar el texto fue común entre los Padres de la Iglesia. Por ejemplo, al comentar este pasaje, San Juan Crisóstomo escribió

¿Quieres saber también por otro camino la fuerza de esta sangre? Mira de dónde comenzó a manar y dónde tuvo su fuente: desde lo alto de la cruz, del costado del Señor. Efectivamente, muerto Cristo - dice-, pero mientras aún estaba en la cruz, el soldado se acercó y le punzó el costado con su lanza, y luego salió agua y sangre: la primera símbolo del bautismo; la segunda, de los misterios [la eucaristía]. Por esta razón no dijo: Salió sangre y agua, puesto que primero viene el bautismo y luego los misterios. Así pues, el soldado aquel punzó el costado, perforó la pared del santo templo, y yo encontré el tesoro y me apropié la riqueza. Lo mismo sucedió también con el cordero: los judíos inmolaron la oveja y yo cosecho el fruto del sacrificio: mi salvación.

Salió del costado agua y sangre. No pases de largo y sin más, querido, ante el misterio porque puedo aún darte otra explicación mística. Dije que símbolos del bautismo y de los misterios son aquella sangre y aquel agua. De una y otra nace la Iglesia, por el baño de la regeneración y de la renovación del Espirita Santo, por el bautismo y por los misterios. Ahora bien, los símbolos del bautismo y de los misterios brotan del costado, por consiguiente, de su costado formó Cristo la Iglesia, como del costado de Adán formó a Eva.

Por esta razón también Moisés, al dar su explicación sobre el primer hombre, dice: Hueso de mis huesos y carne de mi carne, dándonos con ello a entender el costado del Señor. Efectivamente, lo mismo que entonces tomó Dios la costilla y formó la mujer, así también nos dio sangre y agua de su costado y formó la Iglesia. Por tanto, de la misma manera que entonces tomó la costilla durante el arrobamiento de Adán, mientras dormía, así también ahora nos dio la sangre y el agua, aunque el agua primero y después la sangre. Ahora bien, lo que allí fue el arrobamiento, aquí lo fue la muerte, para que aprendas que en adelante esta muerte es sueño. [2]

Jesús, el esposo

 

Como podemos ver por la cita anterior, los Padres de la Iglesia también establecieron un paralelismo entre la perforación del costado de Jesús y la creación de Eva en el Jardín del Edén. Leemos sobre la creación de la primera mujer en el libro del Génesis.

Entonces el Señor Dios hizo caer un letargo sobre Adán, que se durmió; le sacó una costilla, y le cerró el sitio con carne. Y el Señor Dios formó, de la costilla que había sacado de Adán, una mujer, y se la presentó a Adán. (Gn 2:21–22)

Esta traducción dice que Eva fue creada de la costilla de Adán. Pero en el original hebreo, la palabra tzela' que se traduce como costilla, en realidad significa "costado". Por lo tanto, la mujer fue tomada del costado del hombre. Después de esto, se convirtió en su esposa.

 

Así como la esposa de Adán -Eva- fue creada de su costado mientras dormía, también la esposa de Jesús -la Iglesia- fue creada de su costado traspasado mientras dormía el sueño de la muerte en la cruz. San Agustín reconoció este paralelismo describe come el matrimonio entre Cristo y la Iglesia fue prefigurada en Adán y Eva:

Luego si Adán era figura del que había de venir, como del costado del que dormía fue hecha la mujer, así del costado del Señor que dormía, es decir, del que moría en la pasión, al ser herido con la lanza estando en la cruz, brotaron los sacramentos con los que formó la Iglesia… Eva fue formada del costado del que dormía, y la Iglesia, del costado del que padecía. [3]

Sobre Jesús, el nuevo Esposo, escribe Brant Pitre:

En otras palabras, así como Eva recibió la vida por el don milagroso de la carne de Adán, el primer esposo, así también la Iglesia -la esposa de Jesús- recibe su vida a través del doble don: el "agua viva" del Espíritu Santo que se da en el bautismo y la "sangre" viva de Jesús que se recibe en la Eucaristía. Y así como la vida natural fue dada a Eva, y, a través de Eva, a toda la humanidad, mediante la carne del costado de Adán, así la vida sobrenatural es dada a la Iglesia mediante el agua y la sangre del costado de Jesús el Esposo. [4]

Jesús, el nuevo templo

 

Por último, Juan también nos dice que Jesús es el nuevo templo. Ya leímos, en el capítulo 2, cómo los judíos le pidieron una señal después de que hubiera purificado el templo. En respuesta, 

Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré». Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». Pero él hablaba del templo de su cuerpo. (2, 19–21)

Ahora bien, al decirnos que el agua y la sangre brotaron del costado traspasado de Jesús, Juan también nos está diciendo que él es el nuevo templo. Pero para entender esto, es importante saber algo sobre las antiguas tradiciones judías. Según la ley mosaica, la Pascua era una de las tres fiestas en las que todos los judíos varones debían ir a Jerusalén para celebrar la fiesta.

 

Josefo, un historiador judío del siglo I, nos cuenta que un año llegaron a haber casi 3 millones de personas en Jerusalén y que se sacrificaron 256.500 corderos.

Que la ciudad pudiese tener tanta gente, está claro y manifiesto de lo que dijimos haberse hallado en tiempo de Cestio, Presidente y Gobernador de Jerusalén; porque deseando éste entonces hacer que Nerón supiese la fuerza y poder de esta ciudad, viendo que menospreciaba mucho esta nación, pidió a los pontífices, que si fuese posible en suerte alguna le diesen cuenta del número de la gente, y ellos un día solemne de sus fiestas, el cual llaman Pascua, estando ocupados en matar animales para sus sacrificios desde las nueve hasta las once, estaban repartidos de diez en diez, no menos porque no les era lícito matar uno, sin que fuesen por lo menos diez, aunque se podían bien juntar veinte, y así contaron doscientos cincuenta y seis mil y quinientos animales muertos para los sacrificios; y montan éstos, no contando por cada uno más de diez varones, dos millones y setecientas mil personas, siendo todos puros y limpios, porque los leprosos o albarazados, que es otro género de lepra blanca, y los que no pueden detener su simiente, los cuales se llaman gonorreicos, y las mujeres no limpias por estar con su regla, ni todos los otros enfermos no podían participar en los sacrificios; ni los que eran extranjeros, sino sólo los que por causa de la religión hubiesen venido. [5]

Parte del ritual del sacrificio consistía en recoger la sangre del animal sacrificado en recipientes.

 

Si su ofrenda es un holocausto de ganado menor, ovino o cabrío, ofrecerá un macho sin defecto. Lo degollará ante el Señor al lado norte del altar. Los sacerdotes hijos de Aarón derramarán la sangre alrededor del altar. (Lv 1, 10–11)

 

El sacerdote untará con sangre los salientes del altar del incienso aromático que está delante del Señor en la Tienda del Encuentro, y verterá toda la sangre restante del novillo al pie del altar de los holocaustos, que está a la entrada de la Tienda del Encuentro. (Lv 4, 7)

Así pues, según Josefo, durante la fiesta de la Pascua, los sacerdotes recogieron la sangre de 256.500 corderos y la vertieron alrededor del altar. ¡Eso es mucha sangre! ¿A dónde fue a parar?

 

Los historiadores contemporáneos ponen en duda el relato de Josefo y afirman que sus cifras fueron exageradas. Esto es probablemente cierto, aunque no se ponen de acuerdo sobre la magnitud de la exageración. Algunos sugieren un factor de tres, otros hasta diez. Incluso en el peor de los casos, los judíos habrían sacrificado y derramado la sangre de 25.650 corderos. Eso sigue siendo mucha sangre. ¿Qué pasó con ella?

 

Sabemos por otra fuente judía antigua que había un sistema de drenaje en el templo.

En la esquina suroeste del altar había dos agujeros como dos estrechos orificios nasales por los que la sangre que se derramaba sobre la base occidental y la base meridional solía bajar y mezclarse en el canal de agua y desembocar en el arroyo Cedrón. [6]

El drenaje conducía a un canal de agua bajo el templo que salía por el lado del monte del templo, hacia el valle del Cedrón. Como se sacrificaban los animales en el templo todos los días, era común ver la sangre y el agua fluyendo por el lado del monte del templo, pero en los días de fiesta la sangre y el agua fluían durante todo el día.

 

Cuando Juan vio la sangre y el agua fluyendo del costado de Jesús, lo reconoció como el nuevo templo. Esto es muy apropiado. ¿Qué es un templo? En el Antiguo Testamento, el edificio del templo era el lugar donde Dios habitaba en la tierra. Jesús es el verdadero templo porque en él, Dios habita en plenitud porque él es plenamente humano y plenamente divino.

Tareas

  • Explica por qué el soldado romano atravesó el costado de Jesús.

  • Explica cómo la perforación del costado de Jesús muestra que Jesús es el nuevo cordero pascual, el nuevo Adán y el nuevo templo. 

  • Explica el significado y el cumplimiento de la profecía de los capítulos 12 a 13 de Zacarías.

Notas a pie de página

[1] Raymond Brown, The Gospel and Epistles of John, The Liturgical Press, Minnesota, 1988, p.96.

[2] John Chysostom, Catechesis 3.

[3] Saint Augustine, Exposition of the Psalms 138:2.

[4] Brant Pitre, Jesus the Bridegroom, pp. 111–112 [traducción propria].

[5] Josephus, La Guerra de los Judios, libro 7, capítulo 17. 

[6] Mishnah, Middot, 3 [traducción propria del inglés].

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