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Primera unidad

La ambientación

(British Library, CC0, via Wikimedia Commons)

Creation by Michelangelo

Sumario

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Uno de los propósitos de una buena introducción es establecer la ambientación, es decir, el lugar en el que se desarrollará la historia. El escenario de la Historia de la Salvación es el mundo que Dios creó. En esta unidad veremos lo que dicen los primeros dos capítulos del Génesis sobre esto. Estos capítulos nos dan dos relatos de la creación. El primero se encuentra en Génesis 1, 1–2:4 y el segundo en el resto del capítulo 2. Aunque los dos relatos son diferentes, no se contradicen. Cada uno describe la creación desde otra perspectiva. El primero nos informa sobre lo que Dios creó, mientras que el segundo se enfoca más en sus motivos.

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Objetivos de aprendizaje

 

Habrás completado con éxito esta unidad cuando puedas describir lo que los primeros dos capítulos de Génesis dicen sobre la creación.

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El primer relato de la creación (Gn 1, 1–2:4)

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El Génesis comienza con un relato sobre la creación del mundo. Aunque no siempre es evidente en nuestras traducciones, esta parte de la Biblia está escrita en poesía. Esta es una de las razones por las que los exégetas piensan que el autor no pretendía dar una explicación científica de cómo sucedieron las cosas. La poesía, por su lenguaje simbólico, no es un medio adecuado para transmitir información científica. Por lo tanto, la discusión sobre si Dios creó el mundo en seis días literales o mediante un proceso de evolución que duró miles de millones de años no se aborda en el texto, por lo que tampoco la trataremos aquí.


El autor responde, sin embargo, a otra pregunta importante: ¿Qué creó Dios? La respuesta se da en el primer versículo: "los cielos y la tierra". "El cielo y la tierra" es un antiguo modismo judío que significa el cosmos entero. La tierra es el lugar en el que vivimos, compuesto por la tierra y el mar y todo lo que éstos contienen, como los animales y las plantas. Los cielos se refieren al espacio visible sobre nosotros y todo lo que contiene, como el sol, la luna y las estrellas. Así, el texto nos está diciendo que Dios creó todo lo que existe.

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El siguiente versículo describe la condición inicial de la tierra después de su creación.

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La tierra estaba informe y vacía; la tiniebla cubría la superficie del abismo, mientras el espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas. (Gn 1, 2)

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La situación aquí descrita es de caos, similar al caos producido por una tormenta. Había oscuridad, vientos fuertes y diluvios. La tierra era inhabitable en esas condiciones. El proceso de creación descrito en el texto tiene que ver más con Dios transformando este caos en orden, que con el origen de la vida. Primero Dios vence el caos de la oscuridad. Lo hizo creando la luz en el primer día.

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Dijo Dios: «Exista la luz». Y la luz existió. Vio Dios que la luz era buena. Y separó Dios la luz de la tiniebla. Llamó Dios a la luz «día» y a la tiniebla llamó «noche». Pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero. (Gn 1, 3–5)

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Después vence el caos del diluvio. La tierra era inhabitable porque toda la atmósfera estaba llena de agua. Dios solucionó esto en el segundo día creando una bóveda para separar las aguas de arriba de las de abajo.

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Y dijo Dios: «Exista un firmamento entre las aguas, que separe aguas de aguas». E hizo Dios el firmamento y separó las aguas de debajo del firmamento de las aguas de encima del firmamento. Y así fue. Llamó Dios al firmamento «cielo». Pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo. (Gn 1, 6–8)

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La palabra hebrea para bóveda implica algo como una barrera metálica que contiene el agua de lluvia. Esto creó una atmósfera respirable; pero la tierra todavía está bajo diluvio. Por eso, en el tercer día Dios reunió las aguas que estaban debajo del cielo, y la tierra seca apareció.

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Dijo Dios: «Júntense las aguas de debajo del cielo en un solo sitio, y que aparezca lo seco». Y así fue. Llamó Dios a lo seco «tierra», y a la masa de las aguas llamó «mar». (Gn 1, 9–10)

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Al finalizar los primeros tres días, Dios había creado la forma necesaria o ambiente para sostener vida. Entonces procedió a llenar esto en los días que siguieron. En el cuarto día, creó el sol y la luna y los colocó en la bóveda del cielo. En el quinto día, creó las aves y los peces, y colocó las aves en el cielo y los peces abajo en las aguas. Finalmente, en el sexto día, Dios creó primero las bestias y luego el género humano. Ellos llenaron la tierra.

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Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó. (Gn 1, 27).

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El hombre y la mujer son diferentes a todas las otras criaturas. Solo nosotros fuimos creados a imagen de Dios. Vamos a explicar lo que esto significa más adelante. Por ahora, es suficiente decir que la narración apunta al hecho de que somos la corona de la creación. Dios creó los cielos y la tierra de forma que tuviéramos una casa dónde vivir y un lugar para estar con Él. El mandato, “Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven sobre la tierra” (Gn 1, 28) muestra nuestra superioridad sobre el resto de la creación.

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A propósito, el Catecismo enseña:

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De todas las criaturas visibles sólo el hombre es “capaz de conocer y amar a su Creador”; es la “única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma”; sólo él está llamado a participar, por el conocimiento y el amor, en la vida de Dios. Para este fin ha sido creado y ésta es la razón fundamental de su dignidad (CIC 356).

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Por lo tanto, después de seis días, la tierra ya no estaba sin forma y vacía. Dios vio todo lo que había hecho y vio que era muy bueno. Luego descansó el séptimo día.

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El segundo relato de la Creación (Gn 2, 4–25)

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Si el primer relato de la creación nos informa sobre lo que Dios creó, el segundo se centra más bien en el motivo por el que nos creó. Nos dice que Dios creó al hombre después de haber hecho la tierra, pero antes de las plantas y los animales. Dios formó al hombre tomando polvo de la tierra y soplando su espíritu en él. Luego plantó un jardín y lo puso allí. Había cuatro ríos en el jardín, dos de los cuales nos son familiares: el Éufrates y el Tigris. Luego, Dios puso al hombre en el jardín y le dio la tarea de cultivarlo y cuidarlo. Dios también le dio este mandato.

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«Puedes comer de todos los árboles del jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y el mal no comerás, porque el día en que comas de él, tendrás que morir». (Gn 2, 17)

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La expresión hebrea traducida como "morirás" es un buen ejemplo de una expresión antigua de difícil comprensión y cuya interpretación es objeto de conjeturas entre los exégetas. Como la palabra hebrea para "morir" aparece dos veces, significa literalmente "morirás la muerte" o "por la muerte morirás". ¿Qué puede significar esto? Una posible interpretación es que no se refiere a una muerte física, sino a una espiritual.

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Esta explicación es compatible con nuestra fe cristiana porque, desde esta perspectiva, distinguimos entre la muerte física y la espiritual. La muerte espiritual significa la separación de Dios. Al final, Adán y Eva no murieron físicamente. Pero sí sufrieron la separación de Dios a causa de su transgresión de su mandamiento. 

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¿Por qué les dio Dios este mandamiento? ¿Por qué morirían espiritualmente si lo transgreden? Para responder a estas preguntas, tenemos que profundizar un poco más en la razón por la que Dios nos creó.

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¿Por qué nos creó Dios?

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Cuando leemos una novela no es recomendable leer primero el último capítulo. Esto arruinaría la historia. En nuestro caso, sin embargo, la lectura del último libro de la Biblia, el Apocalipsis, puede ayudarnos a entender por qué Dios nos creó. Lo que Dios cumplirá al final de la historia revela sus intenciones desde el principio.

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Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe.Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa que se ha adornado para su esposo.Y oí una gran voz desde el trono que decía: «He aquí la morada de Dios entre los hombres, y morará entre ellos, y ellos serán su pueblo, y el “Dios con ellos” será su Dios».Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor, porque lo primero ha desaparecido. (Ap 21, 1–4).

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Al menos podemos decir que nuestra historia tiene un final feliz. No habrá más lágrimas, no más sufrimiento ni muerte.

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¿Por qué nos creó Dios? Nos creó de forma que él pudiese habitar en y con nosotros y nosotros en y con él y con todos en una amorosa comunión que durará para siempre. La Biblia usa muchas metáforas para describir esta comunión entre Dios y su pueblo, pero la imagen del matrimonio es probablemente la más profunda de todas ellas. De la misma forma que un esposo ama a su esposa, la toma, y los dos conforman una familia, así nos ama Dios. Él nos toma y nos hace su familia. Nosotros (toda la humanidad junta), somos su esposa.

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Esta imagen de nuestro matrimonio con Dios está presente a lo largo de toda la Biblia. No es solo una idea oscura oculta entre líneas. Puede encontrarse en los profetas del antiguo Testamento:

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«Por eso, yo la persuado, | la llevo al desierto, le hablo al corazón, le entrego allí mismo sus viñedos, | y hago del valle de Acor | una puerta de esperanza. | Allí responderá como en los días de su juventud, | como el día de su salida de Egipto. Aquel día —oráculo del Señor— | me llamarás “esposo mío”, | y ya no me llamarás “mi amo”. Apartaré de su boca los nombres de los baales, | y no serán ya recordados por su nombre. Aquel día haré una alianza en su favor, | con las bestias del campo, | con las aves del cielo, | y los reptiles del suelo. | Quebraré arco y espada | y eliminaré la guerra del país, | y haré que duerman seguros. Me desposaré contigo para siempre, | me desposaré contigo | en justicia y en derecho, | en misericordia y en ternura, me desposaré contigo en fidelidad | y conocerás al Señor. (Os 2, 16–22)

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Quien te desposa es tu Hacedor: | su nombre es Señor todopoderoso. | Tu libertador es el Santo de Israel: | se llama «Dios de toda la tierra». (Is 54, 5)

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También está presente en el Evangelio, cuando Jesús es presentado como el novio:

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Los discípulos de Juan se le acercan a Jesús, preguntándole: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?». Jesús les dijo: «¿Es que pueden guardar luto los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán.» (Mt 9, 14–15)

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Vuelve a reaparecer en el último libro de la Biblia, el libro del Apocalipsis:

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Y oí como el rumor de una muchedumbre inmensa, como el rumor de muchas aguas, y como el fragor de fuertes truenos, que decían: «Aleluya. Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo, 7alegrémonos y gocemos y démosle gracias. Llegó la boda del Cordero, su esposa se ha embellecido.» (Ap 19, 6–7)

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Dios nos ha creado para que nosotros vivamos juntos con él y con todos, como una familia grande. ¡La Biblia es verdaderamente la mejor historia del mundo!

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El séptimo día

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El conocer el propósito de Dios en la creación nos puede ayudar a entender el significado del séptimo día en el primer relato de la narrativa de la creación.

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Y habiendo concluido el día séptimo la obra que había hecho, descansó el día séptimo de toda la obra que había hecho. Y bendijo Dios el día séptimo y lo consagró, porque en él descansó de toda la obra que Dios había hecho cuando creó. (Gn 2, 2–3)

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¿Se cansó Dios? ¿Realmente necesita descansar? ¡Claro que no! Dios es Dios. Estaba invitando a Adán y a Eva (y a través de ellos a todo el género humano) a formar parte de su familia a través del establecimiento de una alianza. Esto es lo que el autor del Génesis expresa en un lenguaje que para nosotros es difícil entender. En el mundo antiguo, uno entraba en una alianza haciendo un juramento. En hebreo, el idioma original del Génesis, la palabra para “hacer un juramento” está formada por la palabra “siete”. Hacer un juramento era literalmente “hacerse siete”.

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El término hebreo «prestar juramento», shebà, está basado en la palabra «siete». En hebreo «prestar juramento» significa literalmente «hacerse siete» (ver Gn 21, 27-32). Si la alianza se formaliza mediante juramento –que significa «hacerse siete»–, no es descabellado pensar en un Dios que se une en alianza al cosmos en el mismo acto de crearlo, otorgándole deliberadamente un formato séptuplo. En cualquier caso, es significativo que los judíos vieran el sábado como el día en que Israel «recordaba» la alianza de Dios con ellos y con la creación. Y lo hacía mediante la oración y el culto, renovando el juramento de alianza que los convirtió en la familia sacramental de Dios. (Hahn, Scott, Un padre fiel a sus promesas, Ediciones Palabra, 2018, p. 67)

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Dios creó a Adán y a Eva en el sexto día, el mismo día en el que creó los animales. Dios los invitó a entrar en una alianza con Él, a entrar en el descanso del séptimo día y así, ser parte de su familia.

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Dios también nos invita a hacer lo mismo. Quiere establecer una alianza con nosotros, llevarnos a su familia. Somos libres de escoger y Dios respeta nuestra libertad. Podemos elegir quedarnos en el sexto día y vivir como animales. El número seis es usado, a lo largo de la Biblia, para describir a aquellos que rechazan a Dios. Goliat medía seis cúbitos (véase 1 Sm 17, 4), Nabucodonosor hizo una estatua de él que medía sesenta cúbitos de alto y seis de ancho (véase Dn 3, 10). El número de la bestia es 666 (Ap 13, 18). Esta interpretación es sostenida por un episodio en la vida de Nabucodonosor que se encuentra en Daniel 4. Debido a su pecado de orgullo, Dios le castigó y se hizo como una bestia.

 

Al cabo de doce meses estaba paseando por el palacio real de Babilonia, y comenzó el rey a decir: «¿No es esta la gran Babilonia que yo he edificado para residencia real, conforme a la grandeza de mi poder y según la gloria de mi majestad?». El rey tenía aún la palabra en la boca, cuando vino una voz del cielo: «A ti te hablan, rey Nabucodonosor. Se te ha quitado el reino. Te apartarán de los hombres y vivirás con las bestias del campo; te darán a comer hierba como a los toros, y así pasarás siete años hasta que reconozcas que el dominio del Altísimo está por encima del reinado de los hombres y que él lo da a quien quiere». Al instante la palabra se cumplió en Nabucodonosor. Fue alejado de los hombres, comía hierba como los toros y su cuerpo se empapaba del rocío del cielo, hasta que el cabello le creció como las plumas de las águilas y las uñas como las de las aves. (Dn 4, 26-30)

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Por otra parte, podemos escoger aceptar la invitación de Dios. Lo hacemos entrando en la alianza con Él y formando parte de su familia. Al hacerlo, entramos en el séptimo día. Si esto es lo que escogemos, tenemos que querer vivir de acuerdo con sus reglas.

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Este entendimiento del significado del séptimo día puede parecer oscuro a primera vista, pero es importante. Como hemos visto, la idea de nuestra relación de alianza con Dios, descrita como matrimonio, está presente a lo largo de toda la Biblia. Es lo que da unidad y estructura a toda la historia de la Biblia. Estudiaremos el concepto bíblico de pacto en una próxima unidad.

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Ahora tenemos suficientes elementos para responder la pregunta de por qué Dios prohibió a Adán y a Eva comer del fruto en el medio del jardín. Dios los creó por amor y los invitó a entrar en una relación de alianza con Él, para formar parte de su familia. Él les dio el regalo de la libertad de forma que ellos pudiesen libremente escoger esta oferta y amarlo. El amor, sin embargo, tiene que probarse. Adán y Eva debían probar su amor obedeciendo este simple mandato. Desafortunadamente, fallaron, y haciendo esto, rompieron la comunión que tenían con Dios, murieron espiritualmente.

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La creación de la mujer

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Volvamos a la historia del capítulo 2. Al ver que Adán estaba solo, Dios creó todos los animales y le dio la tarea de nombrarlos. Esto significaba que Adán tenía autoridad sobre los animales. Sin embargo, después de hacer esto, Adán seguía estando solo, ya que ninguno de los animales resultó ser una pareja adecuada para él. Entonces Dios lo puso a dormir y creó a Eva a partir de su costilla.

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Adán dijo: «¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Su nombre será “mujer”, porque ha salido del varón». Por eso abandonará el varón a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. Los dos estaban desnudos, Adán y su mujer, pero no sentían vergüenza uno de otro. (Gn 2, 23–25)

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La ambientación​

 

Toda historia tiene un escenario porque la acción tiene que transcurrir en algún lugar. Los escenarios son importantes porque pueden crear estados de ánimo, establecer el contexto y apoyar la narración. Por ejemplo, en la Biblia el escenario original es este mundo paradisíaco, un jardín lleno de hermosos árboles que sirven de alimento. Nos dice que al principio todo era bueno.

 

Pero la ambientación consiste en más que el lugar físico. Las relaciones saludables también pueden formar parte de ella. Leemos que el hombre y su mujer "estaban desnudos, Adán y su mujer, pero no sentían vergüenza uno de otro" (Gn 2, 25). Convivían en una relación sana entre ellos. Pero, sobre todo, vivían en una sana comunión con Dios. Él los había creado por amor y los había invitado a entrar en una relación de alianza con él, a formar parte de su familia. Por desgracia, este escenario está a punto de cambiar drásticamente, como veremos en la próxima unidad.

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Tareas

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  • Lee los capítulos 1 y 2 del Génesis.

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  • Explica con tus propias palabras las diferencias entre los dos relatos de la creación.

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  • ¿Por qué nos creó Dios?

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